2/14/2005

Todavía, y qué mejor

Carlos Alberto Patiño

Los celulares son un problema. Tienen proclividad a perderse, pero, sobre todo, a ser robados. Yo he tenido varios. Unos se han ido en manos de asaltantes y otros se han caído, sin avisar, en taxis, calles y avenidas.
Mi hija pequeña ha sido despojada de todos los teléfonos que le he regalado, como lo fue la mayor, en un secuestro exprés, del aparato que con muchos esfuerzos se compró. Mi pareja, mujer cuidadosa por naturaleza, tuvo que entregar el suyo con el persuasivo argumento de un cañón de pistola.
Amigos tengo que los han olvidado en cantinas, otros los han cedido a mujeres efímeras, nada más por mantener la ilusión de reencontrarlas.
Eso pasa con estos adminículos tecnológicos.
Pero mi última experiencia con la pérdida de celulares tuvo un desenlace inverosímil.
Apuesto a que no me lo van a creer, pero así sucedió.
Tomé un taxi. No me gustó la forma en la que el taxímetro contabilizaba el servicio, y se lo dije al chofer.
Me bajé de mal humor, por sentirme abusado. Subí los cinco pisos que separan mi alojamiento del nivel de la calle. Y, al empezar a despojarme de los objetos cotidianos me di cuenta de que no traía el teléfono.
Se lo dije a mi pareja. Ella de inmediato marcó el número. No obtuvo respuesta, pero sí un dato. El celular no estaba apagado. Lo volvió a intentar, y le contestó el taxista. Sí, el teléfono era de su último cliente. Sí. Estaba dispuesto a devolverlo.
Le pagué el costo de la dejada para traerlo. Le agradecí con profusión la entrega. Me arrepentí de mis reclamos por la tarifa. Y me quedé sorprendido.
En esta ciudad... Todavía hay gente honrada.
Y qué mejor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pues si todavía hay gente honrada
aunque no lo creas!