5/31/2005

Inconscientes

Carlos Alberto Patiño

No quiero voltear, me dijo ella. Con ese comentario consiguió que inmediatamente yo dirigiera la vista al lado opuesto a su mirada.
Y, sí, era escalofriante. Un pequeño mozalbete de no más de tres años, sentado en el tablero del micro se sujetaba como podía para no resbalar de su “privilegiada” posición.
La madre estaba sentada en el asiento trasero del chofer, a quien supongamos que era el padre del chico.
El tipo manejaba con el sutil estilo que tienen los de su clase.
En ningún momento se le ocurrió cerrar la puerta. Ni cuando debía de dar la vuelta.
Una vuelta sin emoción no caza con el oficio, ya se sabe.
El chico se agarraba fuerte. Parecía ya tener una larga experiencia en esos vaivenes.
La madre no lo miraba, cosa que no me explico. Porque me consta que la vigilancia de las mujeres a sus críos en automática.
Pero ésta era como minusválida del instinto maternal. De otra manera no se explica.
Para cuando íbamos a descender, el niño decidió ir al asiento de su madre.
En eso oímos un balbuceo.
¡Había otro pequeño junto al asiento del conductor!
Que inconmensurable inconsciencia.

1 comentario:

Atitel dijo...

El pan nuestro de cada dia, en la mayoria de los ambitos la inconsciencia nos invade y es algo que no deberiamos permitir.

Buen dia!