12/07/2004

Adolescencia recobrada

Carlos Alberto Patiño

Yo soy abuelo. No es que sea muy viejo, es que mi precoz hija menor nos adelantó el estatus a toda la familia. Pero no quiero escribirles de eso hoy, pues excedería a la enésima potencia el espacio de las Crónicas al vuelo si les contara un poquito de mi nieto.
No. La referencia a mi condición va por otro lado.
Allá, cuando era yo un adolescente desgarbado, conocí en un tranvía a una muchachita que me robó el corazón (y aún se niega a devolverlo).
Por los vuelcos que da la vida ( y como dice la canción, no son como yo pensaba), ella fue a vivir a Canadá, donde conoció a un simpático desertor de la guerra de Vietnam, y se casó con él.
Cuando hubo amnistía, se fueron a vivir a Estados Unidos y procrearon a una niña que es ahora ya toda una mujer.
Aquella bellísima nunca novia mía no ha perdido el contacto conmigo. De hecho, la ahora célebre doctora en lingüística, especialista en maya-kachiquel, cada vez que vuelve a México, con una frecuencia que yo desearía mayor, me busca.
La última vez que vino, la fui a visitar a la casa de su familia, en Mutualismo, uno de esos, mis rumbos recurrentes.
El asunto es que allí me topé con su madre, y digo me topé, con el verbo que nunca usó Cervantes cuando el Quijote dio con la iglesia del Toboso, porque las pasé duras cuando era un iluso pretendiente.
Ya les digo que soy abuelo y que ella, la entonces chica del tranvía, es madre de una jovencita en edad de merecer, como decían los clásicos.
Pues esas circunstancias no le bastaron a la santa señora. Desde que llegué me hizo sentir como al chamaco atolondrado que rondaba con serenatas la ventana de su hija. A lo largo de la noche no dejó de dar vueltas por la sala con cualquier pretexto para mirar el reloj y poner cara de “las vistas tienen sueño”. Vamos, casi como las miradas que yo uso con los yernos que no me caen bien ( y son todos, según mis hijas).
Fue entre divertido y extraño, pero quizá deba agradecerle que esa noche me devolvió la adolescencia.


cronicasalvuelo@yahoo.com

1 comentario:

Radamés Laerte Giménez dijo...

Abuelo de Miguel: es esa tal vez una ironia con la que de vez en cuando nos trampea el Avatar para jodernos la paciencia a nosotros los abuelos. Disfrute su renovada adolescencia y salud!