11/22/2004

Compañía peluda

Jessica Zermeño
Pasábamos horas en completa paz. Pero eso a veces implica soledad. Deseos de tener a alguien con quien jugar, hablar, soñar y llorar. Las cuatro paredes de casa no siempre son buena compañía.
Cuando nos fuimos a vivir solas pensamos en muchas cosas. Que sí los gastos. Los adornos y reglas para la casa. Y lo bien que resultaba tener horarios diferentes para cuidar el hogar.
Pero las tardes y noches a veces son más largas en soledad. El miedo de que alguien toque a la puerta es estresante.
Cierto día llegó de manera inesperada. Estaba enferma. Algunos dicen que fue de tristeza porque la abandoné en mi otra casa. Es la Rojita. Una perrita traviesa. De lo más inteligente que puede ser un animal de cuatro patas. Pero al mismo tiempo es de lo más atrabancada.
Así llegó al departamento. Las primeras horas le costaron trabajo. No había mucho espacio para correr. No había comida especial para perro. Y su camita se había olvidado. Pero nos trajo alegría, compañía y un poco de seguridad, pues ladra hasta porque la mosca vuela. Eso seguro le molesta a los vecinos, pero no nos importa, el edificio es cien veces más ruidoso.
No estará por mucho tiempo, sólo hasta que mejore. Aun así ya se apoderó de ciertos lugares de la casa. Suele echarse en los pies, mientras lavas los trastes, te peinas en el baño. Es una tierna sombra que te sigue a donde quiera que vas. No hay privacidad. Está en todo. Es una peluda compañía que se deja apapachar y que te rompe el corazón cuando sales de casa y añora tu regreso.

No hay comentarios.: