11/19/2004

Un puro dolor

CARLOS ALBERTO PATIÑO

Lo vi en la madrugada, sentado en la banca del parque. Pese a la hora, me acerqué. Algo en él llamó mi atención. Claro, si somos viejos conocidos. Vaya que lo somos.
Lo insólito de la situación no lo sorprendió. Su mirada parecía decirme "te estaba esperando".
Sin mediar saludos, empezó a hablar:
"Es el dolor, ¿sabes?. Eso es lo único que me queda. Es todo lo que ella me provoca. Se fueron la ternura, el cariño, el amor. En algún momento empezó a asomar el rencor, pero ya ni eso. Simplemente un dolor puro, profundo, intenso.
"Lo consiguió poco a poco. Alzando barreras, interponiendo indiferencias, marcando distancias.
"Ni siquiera amistad ni afecto. Nada pude lograr. Es conmigo como una baldada emocional, sin capacidad de expresar un sentimiento positivo. A veces, cuando todavía buscaba explicaciones para su contradictoria cercanía, llegué a pensar que el bloqueo obedecía al miedo de despertar mis esperanzas, pero que, en el fondo, sin saber cómo manejarlo, tenía algún cariño. Pero no, todo era ilusión.
"Tampoco acepté que fuera una tipa utilitaria. Nunca me alcanzó la imaginación para eso. Dicen que me sobra ingenuidad.
"Yo era su amigo. Más allá de mis emociones profundas, siempre estuve atento a sus necesidades, a sus deseos, a sus problemas. Sin embargo, fueron contadas las veces que pude acudir a ella como amiga. Y menos fueron las ocasiones en que ella mostró algo parecido a un supuesto amistoso.
"No me importó, ahí seguía mi mano siempre dispuesta. Hasta que la rechazó. No sé si consciente o inconscientemente. Quizá es su invalidez emocional. No la culpo.
"En fin, lo que mejor obtengo de ella es este dolor.
"Me han aconsejado que ya lo deje, que acabe con él.
"Pero si eso es todo lo que consigo de su parte, no tengo más remedio que conservarlo. Es lo único que me deja, pero viene de ella."
Quise hacer algún comentario, darle ánimos, pero los ojos del personaje ya me despedían.
Lo dejé ahí, en la banca, guarecido por la noche y cultivando su dolor. Ese dolor que también comenzó a inundarme.

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