11/25/2004

Yo no sé de eso

Carlos Alberto Patiño

Salió de su casa después de tomar con poco apetito un vaso de leche y un pan. Iba con cierta aprehensión, pues ese día tenía un examen. ¡De matemáticas!, faltaba más. Su madre no parecía tener conciencia de lo crítico de la situación y conducía con cierta calma.
En cambio, para la pequeña Carmen, acercarse a la escuela le hacía aumentar la opresión en el estómago. Pero sí estudié, se decía, repasé todo lo que nos han explicado. Hice muchas sumas y restas. Tengo que pasar.
Por fin arribaron. Se le ocurrió intentar el truco de sentirse mal, pero sabía que su madre no lo tragaría. Descendió resignada del auto, arrastrando la mochila.
Casi no atendió las primeras clases con la mente fija en la hora de la prueba. Y no era la única, el ambiente general del grupo era de inquietud.
Inexorable, llegó la hora.
La maestra dictó la primera pregunta:
El equipo A anotó un gol en el primer tiempo. El equipo B anotó dos en el segundo tiempo, pero el árbitro anuló uno. ¿Cuántos goles se anotaron en el partido?
Carmen sudó frío. No estaba preparada para esto. Ninguno de los ejercicios que hizo le daban algún indicio para resolver este inexpugnable y cruel problema.
Miró al techo, atisbó las hojas de sus compañeros, pero no, nada la iluminaba.
Garrapateó una respuesta cuando ya la maestra recogía los exámenes.
Su madre la encontró entre triste y enojada cuando la recogió.
No es justo, le dijo, era un examen de matemáticas. Luego se quedó callada.
En su casa, la maestra revisaba los exámenes. Llegó al de Carmen y soltó la carcajada.
La respuesta de la niña era escueta:
No sé cuántos goles se anotaron porque yo, de futbol, no entiendo nada.

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