1/25/2005

Cosas de hombres

Jessica Zermeño

Era un día solitario. Silencio. De esos que se antojan para ser independiente. Por lo menos de los hombres. De esos que suelen ser machos. Muy, pero muy machos. Había que demostrar que no se les necesita. De vez en cuando ¿no?
Serían las once de la mañana. El desayuno estuvo bien. Con musiquita de fondo. Y algunos chismes pendientes que contar. De pronto, el nuevo mueble, de ármelo usted solo –si puede-, fue el blanco perfecto.
Por lo menos tres hombres se habían rehusado a unir sus piezas. Por flojera. Conflictos de entendimiento entre instructivo versus hombre. O la poca habilidad que sus manos poseen para clavar y atornillar.
Dicen que eso es cosa de hombres. Eso dice Fabiola. En fin, el desayuno proporcionó los suficientes nutrientes para empezar el desafío de fuerza, destreza y habilidad.
Sacamos pues las rectangulares tablas. Los tornillos de cinco tamaños diferentes. Clavos y unas cosas raras que evitarían que el mueble se raspara. El vecino “Inti” prestó sus herramientas.
Comenzaron con mucho optimismo. El instructivo era fácil. Todo se comprendía. Lo difícil fue pelear con los tornillos para que embonaran y entraran muy bien. Al principio el intento de librero no podía mantenerse. Se ladeaba. Parecía muy frágil a pesar de ser de madera. Algo no estaba bien. La fuerza no era la suficiente como para apretar perfectamente entre tabla y tabla con los tornillos.
No importó. Continuaron algo más estresadas. Lo más divertido fueron los clavitos. Como sólo había un martillo, se las ingeniaron con el tacón de un zapato. Quién dijo que los altísimos tacones cuadrados no servirían para algo más. En fin, al cabo de una hora y quince minutos el mueble estaba de pie. La gran misión había terminado. Sólo quedaba un pequeño inconveniente. Aún había otro mueble por armar y pocas ganas de volver a retomar la misión. así que al unísono se dejó escuchar: “Que lo armen ellos, los novios. Son cosas de hombres ¿no?”.

No hay comentarios.: