1/25/2005

Líquido embriagador

Carlos Alberto Patiño

¡Qué borrachera! ¡Que bárbaro, cómo bebimos! ¡Qué fiestecita de antología!
Con estas exclamaciones comienza otra historia del Roger, el amigo con manías andarinas del que ya les había contado. Pero ahora nada tienen qué hacer aquí esos vericuetos ambulatorios. No. El relato se refiere a otra de sus habilidades.
La reunión que provocó los efusivos comentarios que encabezan esta Crónica al vuelo discurría en un departamento de estudiantes. El motivo pudo ser cualquiera. En ese lugar y en esa época, no hacían falta muchos pretextos para emprender una reunión alcohólico-musical.
El problema, como siempre en esa época y en ese lugar, eran las provisiones. Sobre todo las graduadas por Gay-Lussac. En fin, mediante una solidaria cooperacha, con un ratillo de taloneo, el buen uso de la retórica con algún padre despistado... Se podía asegurar la francachela.
Se había llegado al punto donde aparecen guitarras, maracas, calves y otra parafernalia. Se entonaban ya baladas, boleros y otros cánticos, cuando desde la cocina, Roger, que fungía como barman, me llamó.
Hay un problema, me dijo. La última botella que quedaba era esta de vodka. Y cómo ves, con este último chorrito me acabo de preparar un trago.
Esto ya valió, dije. Creo que ya no juntamos para la otra. Chin.., apenas se estaba poniendo bueno.
Mmm..., murmuró. Creo que todavía puede hacerse algo.
Regresé a la sala un poco desilusionado, cuando vi que uno de los asistentes se dirigía a la cocina. Regresó con un vaso bien servido en la mano. Luego, pasó otro y otro... El desfile de rondas dio para llegar a la madrugada.
Intrigado, fui a indagar de dónde había salido la veta de alcohol que prodigaba mi amigo.
¿Oíste hablar de la trasmutación del agua en vino?, me preguntó. Pues más o menos, explicaba, mientras rellenaba la botella de vodka en la llave del fregadero, pera luego verterla en los vasos a los que añadía agua quinada.
Fue una de las peores borracheras psicológicas que he presenciado. Sólo espero que ninguno de aquellos contertulios reconozca esta historia. Por el bien de Roger.

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