1/25/2005

Vecinas justicieras

Jessica Zermeño

La música comenzó cerca de las tres de la mañana del domingo. Venía del departamento 13. Un potente estéreo y bocinas con sonido extremo, amenizaban la reunión. Los vecinos intentaron dormir. Sólo los de sueño pesado lo lograron. Desde hacía dos meses que los del 13 organizaban tres o cuatro fiestas entre semana. Todas comenzando a altas horas de la madrugada.
Ese día fue el colmo de los colmos. Eran cerca de las 10 de la mañana y la música electrónica seguía martirizando a las mentes de los inquilinos. Algunos gritaron desde sus ventanas: “Ya bájale”. Otros se aventuraron a tocar el timbre si respuesta de los alucinados jóvenes.
La casera comenzó a recibir llamadas de quejas vecinales en contra del inconsciente y festivo vecino.
Las mentes perturbadas y fastidiadas de los quejosos buscaron una solución. Fueron dos valientes mujeres quienes decidieron poner un alto a la “buena onda” de los “juniors” del 13. La misión era sencilla. Dejar de escuchar la música. Llegaron al centro de poder. La bodega de los medidores de luz. Detrás de una puerta con candado estaba su solución. Buscaron, pues, a la vecina que tenía la llave. Sin ningún remordimiento tomaron la palanca que cortaría la luz. La justiciera del 9 fue la heroína. Y a mitad de la canción, la energía del departamento 13 fue cancelada. Rápidamente cerraron la bodega. Subieron las escaleras, mientras el anfitrión de la reunión salía furioso. “Seguro fueron esas viejas” se escuchó entre la paz y tranquilidad del edificio de Nápoles 40. Las “viejas” disfrutaron arruinar la fiesta. La molestia de los del 13 se dejó escuchar, cuando en un intento desesperado, a grito pelón corearon “Así es la vida”, terminando con su diversión en espacio de 20 minutos.
Las proveedoras de la paz vecinal se salieron con la suya, dejando sobre la mesa la promesa que no habrá luz para el próximo “rave” organizado a las 3 de la mañana.


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