1/24/2005

La reina de la calle

Jessica Zermeño

El despertador sonó a las 7 de la noche. El tiempo apremiaba. Aunque las ganas de salir de casa tampoco la apuraban. El gas se había terminado desde hacía una semana. Temía al regaderazo con agua fría, pero había que hacerlo.
El ruido de los vecinos del departamento 18 y los albañiles que taladraban el piso de uno de los comercios del viejo edificio, había perturbado su sueño. Sobre todo por el eco que siempre hacía que las conversaciones se escucharan a diestra y siniestra. Era difícil no enterarse de lo que se decía de ella.
No más de tres minutos duró el baño. El frío recorrió su cuerpo escuálido. Jamás pensó que llegaría a ser tan flaca. Las malas pasadas habían superado a los días de dietas cuando aún estudiaba la preparatoria.
Se vistió de rojo. De tela ceñida al cuerpo. Dejó su cabello suelto. Abrochó los zapatos de tacón. Sacudió el abrigo, aún con gotas de la lluvia del día anterior.
Buscó el paraguas. No estaba dispuesta a soportar el mal tiempo y encima las duchas de agua helada. Maquilló su rostro para verse mayor.
Esperó un poco antes de salir del departamento. Escuchó detrás de la puerta, para evitar el contacto visual con los vecinos. La hora siempre le ayudaba mucho. A las diez de la noche, las familias ya estaban reunidas en casa. Algunas en la cena o el debate de las tareas domésticas.
Sigilosamente intentaba callar el rechinito de la oxidada puerta. Entre los pasillos obscuros se perdía su imagen. Ya en la calle, era inevitablemente ser carcomida por las miradas de hombres y mujeres. Su pelo ocultaba su rostro apenado. Aunque con el paso de las cuadras, otra personalidad comenzaba apropiarse de ella. Su paso se volvía más pronunciado y si, el clima estaba a su favor, se despojaba del abrigo que intentaba cubrirla.
Entonces, la frágil muchacha se convierte en la reina de la calle.


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