1/25/2005

Una planta con abolengo

Carlos Alberto Patiño

Le decimos La Abuela, porque nadie nos pudo dar el nombre de la especie. La denominación proviene de su origen: Fue precisamente mi abuela que me dio el primer brote que tuve.
Eso ocurrió hace casi un cuarto d siglo, y, ahora mismo, tengo una de esas plantas en mi escritorio. Es una noble representante del reino vegetal, pues sus descendientes han llegado a todos lo miembros de mi familia y hasta han retornado a mis manos.
Su peculiar sistema de reproducción ha propiciado el ir venir de esta planta. Cuando la raíz topa con el fondo de la maceta, se curva y empieza a buscar la superficie; al alcanzarla, se convierte en un retoño, que, a su vez, empieza a alargar su raíz, con la consecuente proliferación de vástagos. Así he logrado conservar el legado de mi abuela por generaciones.
En alguna época de descuido, perdí el último ejemplar que tenía. La solución fue sencilla. Le pedí a mi madre una de las suyas, por supuesto, heredera de la que yo le di.
Mis hijas tienen ya sus propios cultivos de abuelas.
Fuera de la familia también hay poseedores de ejemplares. Las he regalado a personas que saben que ser elegidos para adoptar la planta es una señal de lo importante que son para mí.
La última la recibió una personita que acaba de estrenar casa.
La próxima está por ocupar un espacio en una importante oficina de este diario.
Así de lejos ha llegado La Abuela. Y sólo es una plantita como las que llenan los corredores de las vecindades de nuestra ciudad.

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